martes, 27 de septiembre de 2011

Gracias Hilario

Paso por Calle Larios y no me atrevo a alzar la vista. Camino cerca del número 4 y una lágrima se empeña en aflorar...
Siento aún en el pecho el latido aquél inmenso que me producía el desvelado secreto. Sí, el secreto escondido bajo llave en la cárcel del inconsciente. No sabía yo que la llave la tiene uno mismo, pero no sabe nadie que la tiene, o no quiere saberlo. Y la llave emergía cual arco iris después de la tormenta; sin saber cómo, de repente la encontraba.
Siento aún dentro de mí ese deseo de conocer la verdad. Horrible, bella o angustiosa, ¡que más da si es la verdad! y él quería que yo la supiera y me transmitía el deseo de saberla.
Pienso que será sin usted la calle Larios, sin su refugio del saber, sin su refugio que destapa el enigma más enigmático que pueda existir, sin sus ojos abiertos como platos al escuchar, sin incorporarse del sillón inaugurando la llegada de grandes descubrimientos…
Pienso que será sin usted todo aquél que se cruzó en su camino y al que le tendió la mano de la esperanza. La mano que liberaba de las ataduras del no saber…
Pero soy un poco más libre gracias a usted, no dejaré que me atrape la dictadura del inconsciente. Un deseo irremediable por conocer la verdad alberga mi interior, mi corazón palpita con furia ante el deseo de conocerme.

Con cada arco iris era yo un poco más libre y ya nunca podrán atarme, no. Gracias.

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