miércoles, 30 de noviembre de 2011

Si cierro los ojos

Mi pueblo…mi pueblo tiene un balcón en un primer piso, vacío, sucio y desamparado. Que balcón tan triste, parece cansado de esperar que alguien se siente con él un ratito a ver a las gentes pasar. Cuando alzo la vista allí en su calle, lo veo tan solitario, tan viejo, tan melancólico…
Pero… si cierro los ojos se asoma una niña con ojos curiosos y sonrisa ingenua y despreocupada, que mira de soslayo a sus abuelos con un paquete de palomitas en la mano.
Si cierro los ojos veo a un hombre mayor con el pelo negro azabache, un pelo que no quiso envejecer y que se mantenía tozudamente oscuro, luchando contra el paso del tiempo.
Si cierro los ojos veo una mirada indulgente y llena de cariño, de color gris y un poco verde, que mira a la niña con gesto de amor, que canta coplillas de pueblos cercanos, de amores perdidos de un tiempo pasado, con voz desgarrada de dulce vejez.
Si cierro los ojos el balcón brilla bajo la luna del verano del 93, y puedo ver a aquel vecino de torpe caminar, las mismas lagartijas en la pared de enfrente, inmóviles como mis recuerdos, el mismo gazpacho acuoso y salado, la misma mano temblorosa acariciando mi pelo, la misma risa, el mismo olor, y…aquellas poesías de un hombre de campo que me hicieron amar los versos.
Si cierro los ojos se asoma una sonrisa a mis labios de niña y una lágrima a mis ojos de mujer y mil sentimientos se atropellan en mi alma y lanzan un suspiro.

Abro los ojos y me doy la vuelta, sigo caminando y el balcón vacío seguirá añorando a su niña, a sus abuelos y sus coplas y a sus lagartijas del verano del 93… Pero...
Si cierro los ojos el balcón del primer piso ya no está vacío, ni sucio, ni desamparado, no parece triste, ni solitario, ni melancólico.

Podrán quitarme ese balcón, podrán dejarlo vacío, sucio y desamparado, pero nunca nadie podrá arrebatarme los recuerdos...=)

martes, 22 de noviembre de 2011

A María

Mi primo preferido me dedicó estos versos =)


Dulce prima

que cuando pierdo la esperanza

con sus palabras me devuelve

las ganas de sentir.


Cuando pienso que se acaba el tiempo,

Que el corazón ha muerto,

sus versos me recuerdan

todo lo que el mundo guarda para mí.


Audaz poeta

que deja fluir las palabras,

canta a la belleza de la vida,

y me hace ver

la importancia de escribir.


Amante del saber,

espíritu inquieto,

buscadora incansable,

de la palabra exacta,

de la verdad oculta.


Caudal impetuoso, tormenta desatada,

caballo desbocado, crinera al viento,

torrente de pasión y ganas de vivir.


Deseo aireado, siempre en movimiento,

fuego interno

que lucha por salir.


Amor manifiesto o amor secreto.

Amor permitido o amor prohibido.

Amor ganado o amor robado.

Amor fugaz o amor eterno,

pero amor sin miedo: amor sin fin.


AUTOR: JOAQUÍN CABRERA GONZÁLEZ

domingo, 20 de noviembre de 2011

Mi hermano


Alto, fuerte y atractivo.

Enérgico, alegre y decidido.

Apasionado, cariñoso,

sensible y algo orgulloso.


Hablador incomparable,

soñador de la grandeza,

de París enamorado,

de Napoleón y sus proezas.


Feliz, amable y dulce,

trabajador ambicioso,

amante del coche más grande

para su narciso poderoso.


Risueño, bueno, amado

y a veces, como es natural,

inevitablemente envidiado.


Obsesivo, caballero, cordial,

afable, amistoso, aventurero,

elegante, dicharachero, jovial,

siempre bondadoso y sincero.


¡Cuántas virtudes caben

en un poema tan pequeño!


Pero la virtud mas bella

a ojos de su hermana

Es el brillo de niño

que mantiene en la mirada.


Para mi siempre será mi hermano,

aquél que pequeño y con gafas,

me sonreía al llegar de la escuela.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Málaga


Paseaba yo hace un ratito por el centro de la ciudad. El cielo era azul como de costumbre. Málaga apenas se entristece, pocas veces una nube frívola se atreve a teñir de blanco el inmenso y poderoso cielo azul. Caminaba y caminaba arropada por un cielo sin complejos y por el calor del invierno de Málaga que no quiere olvidarse del verano.

En Málaga siempre hace calor, apenas una ráfaga de viento se atreve a circundar las calles.

En Málaga se escuchan canciones de pobres titiriteros que alzan sus sombreros de sueños perdidos, pidiendo unas míseras monedas. En calle Granada un hombre vende almendras caseras, una mujer promete repartir miles de euros si le compras un cupón y unos extranjeros sonríen sin cesar y con sus fotografías inmortalizan las calles malagueñas. Sigo caminando y unos hombres cuentan chistes en unas mesas, bajo el aroma irresistible de un café. No paran de reír, parecen felices. Un hombre lleva a su hijo de la mano, el chiquillo le cuenta a su padre emocionado que ha ganado en el colegio un partido de fútbol y su padre orgulloso le mira y le sonríe.

Un mimo vestido con periódicos lee irónicamente el periódico, quieto muy quieto, apenas un movimiento de ojos puede percibirse, es como si no quisiera que su vida siguiera su curso habitual y la congelara un ratito al menos.

Un hombre maduro me mira a lo lejos, es atractivo, tiene el pelo cano, ojos claros y camina con elegancia, vestido con traje y corbata. Yo, que no puedo remediarlo, le miro fijamente y de repente…¡ZÁS! Me dedica una sonrisa apenas perceptible…me sigue unos segundos con la mirada hasta que el descaro llega demasiado lejos. Entonces sigue su camino, yo el mío y hemos compartido un ávido sueño, apenas instantáneo que se evapora tan rápido como llega, pero que es una magia a la que ni el mejor prestidigitador puede aspirar. Tal vez unos segundos antes pensaba en su mujer, en su trabajo o en el dinero, y yo fantaseaba como siempre con ser poeta, me sentía feliz y soñadora, ambiciosa y perspicaz. Y de repente todos esos sentimientos quedaron a un lado de la calle, a un lado de nuestras miradas, y en un segundo pude imaginar muchas cosas, tantas o más que aquel hombre, que con sus ojos claros me miró ésta mañana.

Cada cual con su vida, cada cual con sus pensamientos, sus sueños, sus tristezas, sus amores, sus desamores, sus desengaños, sus metas…cada cual pasea, o toma un café, o sonríe, o parece triste, o me mira, o vende almendras…¡Cuantas vidas diferentes! Ojalá quisieran contármela todos.

Y así es una mañana cualquiera paseando por mi Málaga querida, toda una aventura llena de miles de personas que pasean como yo, bajo el inmenso cielo azul que no se deja engañar por las nubes.

martes, 8 de noviembre de 2011

La niñez


Príncipe azul de mi adorada infancia,

has de marcharte sin mirar atrás.

Has de irte con avidez y elegancia

para no volver nunca más.


Príncipe de mis sueños de niñez,

superhombre invencible y soberbio,

has de alejarte con sencillez

dejándome el dulce recuerdo.


Conviértete en hombre común

para que logre encontrar mi camino.

La preciosa historia del príncipe azul

ya ha logrado sembrar mi destino.


Príncipe, sigue tu bello caminar,

tu tiempo a mi lado ha terminado.

¡Príncipe, que mañana al despertar

aspire el hermoso rastro que has dejado!

Y el príncipe se irá

pero siempre quedará…

lunes, 7 de noviembre de 2011

Berggasse 19



Berggasse

Fue un 21 de Febrero. Mis ganas de respirar en la casa de Sigmund Freud me hicieron aventurarme sola en Viena. Caminaba y caminaba con el nerviosismo de un niño en la víspera de Navidad. ¡Qué grandiosas avenidas, que edificios tan señoriales, qué elegancia por doquier! Paseaba por Ringstrasse, una avenida que, según había leído, era la preferida de Freud para sus largos paseos. Entonces, caminando muy inmersa en mis pensamientos, imaginaba a un Sigmund Freud de barba blanca, mirada oscura, penetrante y locuaz, apoyando su bastón acompasadamente, sin dejar de pensar, hilando y deshilando ideas bajo el cielo vienés.

Sin apenas cerciorarme sonreía como una idiota mientras el frío de aquel crudo invierno me daba una bofetada, eso sí, una dulce bofetada, ya que en ese momento mi felicidad y mi emoción eran tales, que ni el frío más intenso podría haberme hecho daño alguno.

Y tras errar mi camino infinitas veces, en parte debido a mi grandiosa orientación, y tras preguntar a algunos vieneses por la calle Berggasse, logré llegar. Sí, de repente frente a mí el nombre de la calle se me figuraba el trofeo de mi larga búsqueda, aquella tarde de invierno, en la que una carrera comenzaba y otra se terminaba…


Berggasse 19, Casa de Freud

Al fin a lo lejos el número 19 se dejaba ver. Entonces me quedé quieta, delante de la puerta, respiré profundamente y entré. Por cada escalera que subía mi emoción se hacía más y más intensa. Imaginaba a sus pacientes subir esas mismas escaleras, cargando con sus neurosis, sus secretos más ocultos, sus miedos…dispuestos a desentrañar el enigma que se ocultaba en algún rincón desconocido de sus mentes. También yo en otra parte del mundo solía subir unas escaleras, cargaba con mi neurosis, y dejaba un trocito de ella mientras las bajaba.

Una mujer con una sonrisa apenas expresiva me abrió la puerta, me dio un libro para mi recorrido por la casa y me adentré en las habitaciones, lentamente, escudriñando cada rincón, buscando cada detalle, y respirando hondamente, como si tratara de oler el pasado. Y podía olerse…¡vaya que sí! a cada paso mi latido palpitaba más fuerte. Y como si me hubiera adentrado en una máquina del tiempo, veía a un Freud apasionado hablando un miércoles cualquiera con su “petit comité”.

No sé cuanto tiempo estuve allí, dando vueltas, una y otra vez, lo único que sé es que se disparó ese día una certeza ineludible: iba a ser psicoanalista, y ya nada ni nadie podrían robarme nunca ese deseo.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pequeños detalles...=)

Mi madre se llama Maritrini y nunca he conocido mujer más cantarina. Las canciones andaluzas de los tiempos de mi abuela, desde hace años se pasean por la atmósfera de mi casa con melodía de nostalgia. Tal vez por eso me guste tanto cantar.
Mi madre es una mujer sencilla y alegre, un ama de casa que rebosa amor por sus hijos y una admiración enorme por mi padre. Es cariñosa, llena de dulzura y simpatía y tiene una sonrisa permanente en los labios. Me cantaba por las noches antes de dormir y me contaba cuentos.
Cuando estamos juntas me mira y me sonríe espontáneamente, en cualquier momento, porque sí, y me dice con una mirada sincera y tierna: "Que bien lo estamos pasando ¿eh?" Y tal vez tan solo estamos tomando un café en la cafetería de siempre, o comiendo un dulce bajo el manto de la estufa, o viendo una película romántica de los años sesenta, en fin, ¡nada del otro mundo! pero a ella le hace feliz el detalle mas insignificante y es el regalo más grande que me puede ofrecer.
Tal vez pueda parecer trivial lo que ahora voy a contar, pero para mí es una de las cosas más divertidas que vivo cada verano. Mi madre apenas sabe nadar y es realmente divertido verla tirarse a la piscina. En el bordillo se prepara antes de lanzarse a su aventura acuática, infla los mofletes con mucho aire, se tapa la nariz de un modo cursi y levanta una pierna antes de tirarse. Luego nada torpemente, dos o tres brazadas nada más, sin desinflar los mofletes y con los ojos abiertos de par en par, y en seguida para, suelta una carcajada y dice: "¡Ay, ya no puedo nadar más!" Sale al momento de la piscina, con su contorneo sinuoso de caderas se va a su silla y durante horas toma el sol, con su característica pose femenina y sensual que mantiene incluso con su edad madura.
Mi madre tiene una mirada muy especial, pero ella no se lo cree. Su mirada está repleta de felicidad, bondad, sencillez, sinceridad, amor…es una mirada expresiva que no necesita de las palabras. Tiene el ojo vago y es su gran complejo, pero lo que ella no sabe es que mil mujeres darían lo que fuera porque su vida girara con su ojo para tener la vida que ella disfruta.