sábado, 21 de enero de 2012

Mi abuelo

Era un hombre de campo, bajito, orejón y risueño, con sonrisa de niño y un pelo joven que parecía querer engañar a los años. Leía el periódico en voz alta y muy torpemente, como el niño preescolar que comienza a leer y la voz le tropieza en alguna que otra letra. Sumaba y restaba, la verdad nunca supe qué, pero le gustaba hacer aquellos cálculos sencillos de los que se sentía tan orgulloso de saber hacer. Se colocaba sus gafas, cerraba los ojillos con aspecto de concentración y miraba hacia arriba mientras movía los dedos haciendo sus cálculos a un ladito del periódico. Luego se quitaba las gafas, me miraba y me sonreía: “Ya está” decía con voz satisfecha y un suspiro lleno de sabiduría. Nunca supe que pretendía sumar, ni para qué, pero para él aquel juego de números era una gran hazaña y cuando se colocaba las gafas lo hacía con gesto intelectual y orgulloso. Los números, los números “que número tan bonito” decía de vez en cuando. ¿Un número puede ser bonito? Me preguntaba yo. Y delante del televisor cada tarde ahí estaba mi abuelo, contemplando con ojos inmensos a Carmen Sevilla con su ovejita blanca y apuntando con su pluma en una cuartilla de papel las decenas, las centenas, las decenas de millar… Pero la lotería nunca más le tocó y cada tarde decía que el número era muy bonito y que esta vez le iba a tocar, pero nunca llegó aquello que tanto buscaba con ansia.

Le gustaba la poesía, a su manera, la poesía que él conoció. Me enseñó todas las coplas que su abuelo le enseñó a él cuando era niño. Hablaban de jacas, de palomas blancas, de mujeres hermosas, del campo, del cielo, del amor, de las golondrinas…Yo me las sabía todas y cada vez que iba a su casa me miraba y sonriendo de oreja a oreja asentía con la cabeza y me decía: “Venga dime las que recuerdes, que después te enseño otra” Siempre había otra, las coplas nunca tenían fin y yo iba a casa de mis abuelos deseosa de que me contara más.

Mi abuelo, que decir de él, la sencillez y lo mundano fueron su seña de identidad. No era un hombre muy inteligente, no era un hombre muy sabio, no tenía grandes ambiciones, pero amaba a mi abuela y a sus hijas y me recitaba poesía con una sonrisa tan grande que la sabiduría se moría de envidia.

domingo, 15 de enero de 2012

A Babel

Contigo un día cualquiera no es un día cualquiera. Comienza un lunes muy temprano con un café, tu sonrisa y mi mal humor matutino. Pero como tú sonríes el mal humor enseguida se esfuma y un sentimiento de bienestar con su sonrisa acuden a mis labios.

Luego atravesamos el centro de Málaga en el coche con música o sin ella, hablando o en silencio, que más da, atravesamos Málaga juntas rumbo a la Universidad.

Y luego clases, y más clases, biblioteca y cafés. Así un día tras otro teñido de rutina, eternamente gris. Pero entonces aparece tu sonrisa, tu carcajada espontánea y tu humor que desafían a la rutina, ganándole la partida. Porque cuando te veo a lo lejos esperándome para volver a casa un día cualquiera sonrío por dentro y pienso en la suerte de haberte conocido, en la suerte de que seas mi mejor amiga =)

La falta

En mi laberíntica mente femenina

con interrogaciones que flotan por doquier,

ansío lo intangible, al que me niega

y escapo del que me quiere querer...

miércoles, 11 de enero de 2012

Punto finaL (.)

Aunque tu sonrisa pueril duerma

para siempre en mi corazón;


Aunque tu beso febril sofoque

mis sueños eternamente;


Aunque tu gruesa voz resuene

en mis oídos sin cesar;


Y tan solo de tus ojos mis versos

quieran hablar;


Éste pobre poema te dice adiós.

Demasiados versos tristes

suspiran por tu calor.


Te digo adiós para siempre,

se despiden de ti mis versos,

aunque mi corazón se halle

enredado en tu recuerdo…

lunes, 9 de enero de 2012

Ausencia...

Calle Larios, tan ancha, tan vibrante. Inundada de comercios, de personas que van de un lado a otro, a saber a dónde, a saber para qué.

Calle Larios, bajo el azul del cielo, un azul que despliega todo su ser sin tapujos, sin nubes entrometidas en su camino. Tan llena de mimos, con sus narices de goma, sus globos y su quietud serena. Tan llena de notas en su bullicio. Notas que se escabullen de un torpe acordeón, de una desgarrada voz o de un quejumbroso violín que lanza su sentido lamento a la tarde.

Calle Larios, inundada de todo, inundada de nada. Ya el camino aquél escondido entre mis pasos se evaporó un día por un capricho del cielo, y mis pies no saben sino titubear.

Calle Larios, tan ancha, tan vibrante e inundada de personas que van de un lado a otro, a saber a dónde, a saber para qué…

Contradicción

Dime que siempre me has querido,

dime que siempre pensarás en mí,

que mi voz a tu corazón se ha adherido

y tus labios desean de los míos el carmín.


Nunca te amaré



Dime que nunca me querrías,

dime que apenas te intereso,

que ni siquiera anhelas un beso,

y ni loco por mí suspirarías.


Por ti suspiraré



Sonríeme hoy con dulzura,

mañana mírame con desdén,

bésame esta noche con locura

y márchate poco después.


A donde vayas te seguiré



Bésame, márchate, bésame,

embriágame de desinterés.

Los besos que nunca quieras darme…

Son los únicos que siempre querré.

domingo, 1 de enero de 2012

Volver

He visto atardeceres en el mar Mediterráneo que harían palpitar hasta el corazón más insulso. En la Costa del Sol el imponente de fuego se esconde plácidamente, sin prisas, bajo el mar, allá en el horizonte mientras las olas danzan acariciándome los pies. Parecen susurrarme que estoy en casa, en mi mar, en mi playa, en el hogar al que siempre puedo volver, junto al sol con el que siempre puedo conversar, al igual que mi pueblo de casas blancas e iglesias por doquier, con sus campanas que me cuentan la hora que es o que me confiesan tristes que alguien ya no está o que locas y eufóricas celebran que es un gran día o me transportan a la niñez… En fin, mi rincón en el sur, aquél que con su acento andaluz me dice quien soy, de donde vengo y a donde puedo regresar de vez en cuando para recordarlo.