domingo, 29 de abril de 2012

A mi padre


Nunca digas demasiado,
tu amor nunca me sobra,
y siempre me basta.

Me abriste la puerta
de una vida auténtica,
y ya nadie podrá cerrarla.

Y podré volar muy alto,
porque tú
me has dado alas.

Y podré llegar muy lejos,
por el amor
que siempre me regalas.

martes, 24 de abril de 2012

Confieso que he vivido


En mis sueños despierto una mañana en algún lugar del continente Australiano, quien sabe dónde y qué importa eso. La cosa es que allí estoy y buceo una tarde en la Gran Barrera de Coral. Descubro una madrugada la aurora boreal, mis ojos no dan crédito a lo que ven y el vello se eriza sin remedio. Conozco a algún aborigen y descubro su forma de vivir y su filosofía de vida. Acaricio a un canguro o veo un koala. Viajo en los caminos sin fin que bordean el continente en busca de vivencias, en busca de sentir algo que no haya sentido jamás, de conocer a alguien que me cuente que tiene sueños como los tengo yo.

En mis sueños vuelvo a Cracovia y mi corazón da un vuelco al volver a escuchar el murmullo de eses y zetas del tosco idioma polaco. Despierto en Karmelicka en una casa antigua y fea, con aspecto lúgubre y  desaliñado. Creo que es Cracovia la única ciudad que he visto capaz de hacer de una casa aparentemente fea, el hogar perfecto, el más acogedor…
Genuinamente bella, sin preocuparse por ello; una ciudad preciosa sin pretender serlo.

En mis sueños me despierto otra mañana en Florencia y al bajar una calle me topo con el aroma irresistible de un capuchino y el acento italiano flotando como una melodía dulce, saltarina y alegre. Entonces, respiro hondo y me siento en cualquier banco a ver a las gentes pasar o a leer un libro…

En mis sueños despierto en París una mañana. Con los ojos medio cerrados aún por el cansancio me adentro en la marea de parisinos que abarrota el metro. De camino al trabajo pido un café crème y me dirijo a mi consulta. Por la tarde quizás vaya a Montmartre a escuchar las canciones que, acompañadas siempre por sus guitarras, me endulzan el corazón por un instante con el atardecer de una de las ciudades más bellas del mundo como telón de fondo…

En mis sueños siento como nadie jamás ha sentido. Amo como nadie jamás ha amado y conozco a personas que nadie jamás ha conocido. Veo atardeceres que pocos han visto y descubro costumbres que ni siquiera imaginaba que pudieran existir.
En mis sueños vivo toda una vida con la ilusión de un niño y con la pasión de un poeta. Y al final de mi sueño tan solo escucho dos palabras: Confieso que he vivido.

domingo, 15 de abril de 2012

La calidez de Cracovia

Tenía los ojos grises y un denso pelo rubio siempre cobijado por aquél gorro rojo. Tenía una inusual mirada, una dulzura espontánea y unas palabras que, por él dichas, me sonaban a verdad. Sí, aquél chico de tierras frías escondía en su interior una calidez que aún siento cuando le pienso. Muchos otros me han dicho las mismas cosas que me dijo él, pero de ninguno me las he creído jamás. Sin embargo, al decirlas él, me parecían ciertas, honestas y llenas de verdadera emoción. Me besaba y me deseaba con pasión y con un respeto exquisito. Expresaba cada emoción que sentía y sus palabras envolvían sus sentimientos de una forma casi femenina. No había trucos de seducción en su mirar, no había lugar para la mentira en aquellos ojos grises y, por primera vez en mucho tiempo, sentí los besos sinceros de un chico que parecía no conocer la maldad y que ofrecía lo que poseía sin reservas. Se quedó un trozo de mi corazón aquél muchacho, en aquél momento y en aquél lugar. Quién sabe que hará ahora, quién sabe si pensará en mí, quien sabe si sus ojos grises querrán cruzarse con los míos una vez más…Lo que está claro es que, por muchos años que pasen, la trompeta de la plaza volverá a sonar, trayéndome con sus notas el color de sus ojos, el sabor de sus besos, y un latido apresurado que, al igual que la canción del trompetista, espera no terminar.

viernes, 24 de febrero de 2012

La verdad

Los filósofos se preguntan constantemente que es la verdad. Concepto algo abstracto, ambiguo, poco conciso y sujeto al parecer de cada cual.

Los científicos piensan que la verdad es un número, una cifra matemática que no falla jamás, un lugar dentro del universo sometido a un orden particular.

Los campesinos consideran que la verdad es la lluvia que hace nacer sus cosechas, el sol que despierta a las flores de su aletargado y lánguido sueño, o la tierra que al unísono de una tormenta despierta las raíces del universo.

Los niños creen que todo es verdad, y todo les sorprende. Todo lo miran y lo tocan con gesto de sorpresa y con un brillo en las pupilas que el tiempo les arrebata.

Los poetas no saben muy bien que es eso que presume en llamarse verdad, ¿es acaso la palabra? ¿es acaso el amor? ¿Es acaso el deseo inherente que el corazón de un poeta posee de dejar el alma desnuda y a solas consigo misma?

Para mi abuelo la verdad habitaba en los ojos grises de mi abuela, que sentada en el sillón de enfrente le miraba de vez en cuando bajo el manto de la estufa.

Para mí la verdad es escribir. Con las palabras encuentro el sosiego donde reposar mis inquietudes; con ellas puedo hacer lo que quiera, se mueven a mi antojo y tal vez yo al antojo de ellas. Por caprichos del corazón se tornan casi absurdas pero bellas, descansan en los amaneceres, en tus ojos azúles, en mis sueños, en el caminar de un viajero o en el deseo de vivir que me grita desde niña envuelto en acentos, puntos, comas, versos…palabras.

lunes, 20 de febrero de 2012

Romance eterno de un corto invierno

Surcando el mar Báltico
con tu traje de marinero,
musculado y atlético
con ademán de caballero.

Surcando los mares de Europa
y los puertos de aquí y de allá
reposas de boca en boca
tus labios de soledad.

Un día en mi puerto atracaste,
mi tierra quisiste pisar
y en un mar de besos embarcaste
tu boca con sabor a inmensidad.

Adiós marinero polaco,
a mis labios ya no volverás:
los besos que me regalaste
me los ha robado el mar.

sábado, 18 de febrero de 2012

El arqueólogo de Caen

Bajé del tren y la brisa húmeda y gélida de la Normandía me dio la bienvenida. Tras atravesar Caen en tranvía llegamos al apartamento de aquél hombre, el amigo de Fleur, que nos ofreció su casa. Todo un paraíso para un cinéfilo empedernido y para un amante del pasado. Robert de Niro y Stanley Kubrick abarrotaban las paredes; discos de vinilo y cintas de Vhs habitaban las estanterías sobre una chimenea que cobijaba botellas polvorientas; fósiles, jarrones, piedras... y la calavera de alguien que vivió hace tal vez miles de años ahora descansaba plácida, rodeada de discos de Serge Gainsbourg, Elvis Presley y muchos otros cantantes que han caído en el olvido, pero que ese hombre hace revivir cada día en su pequeño apartamento.
Cuantas personas hay en el mundo, cuantas formas de ver la vida, cuántos sueños diferentes abrigan...Estos pensamientos atravesaron mi mente al pasear por el apartamento. Un apartamento en el que pude sentir el deseo de un hombre de encontrarse a sí mismo.
Era arqueólogo y se pasaba los días, según me contó, excavando en la búsqueda de algo pasado, quizás una piedra muy antigua, quizás un trocito de jarrón en el que alguien un día bebió, quizás un fósil que un día se dejó impregnar para hacer eterno algún ser...
Al pasear yo por su apartamento sentí un grito de lamento que encontraba su alivio al reposar en el encuentro de algo que un día fue olvidado y que ahora él hacia volver a la vida de algún modo.
Aquél hombre de Caen tenía posters de New York por doquier, pero nunca se había atrevido a subir a un avión. Aquél hombre de Caen tenía calaveras, reliquias, botellas de alcohol con veinte años de antigüedad, discos de personas que apenas nadie ya conoce y el retrato de una mujer que le olvidó.
Entonces, al ver las paredes, pude apenas vislumbrar el corazón de aquél hombre que acababa de conocer, pude sentir el deseo oprimido que su pecho albergaba, el deseo de encontrar su lugar en la vida rastreando en las entrañas de la tierra, en las entrañas, en el fondo, de su pasado.

lunes, 13 de febrero de 2012

...



Y no hay más que decir...=)

domingo, 5 de febrero de 2012

Donde

¿Dónde habita el sueño aquel,

aletargado en un pasado quebradizo

del recuerdo de algo que no fue

y quedó sonrojado en su escondrijo?


¿Dónde habita ahora el entramado

de horas que latían con pesadumbre,

porque tu ausencia se había aferrado

a mi corazón como una costumbre?


¿Dónde habita el rastro de tu olor

que mi piel impregnaba,

donde han ido de tus ojos el fulgor

que se dormía en la madrugada?


El recuerdo los ha atrapado,

y no los dejará marchar.

El reloj los relega en el pasado...

de mi corazón no escaparán.

sábado, 21 de enero de 2012

Mi abuelo

Era un hombre de campo, bajito, orejón y risueño, con sonrisa de niño y un pelo joven que parecía querer engañar a los años. Leía el periódico en voz alta y muy torpemente, como el niño preescolar que comienza a leer y la voz le tropieza en alguna que otra letra. Sumaba y restaba, la verdad nunca supe qué, pero le gustaba hacer aquellos cálculos sencillos de los que se sentía tan orgulloso de saber hacer. Se colocaba sus gafas, cerraba los ojillos con aspecto de concentración y miraba hacia arriba mientras movía los dedos haciendo sus cálculos a un ladito del periódico. Luego se quitaba las gafas, me miraba y me sonreía: “Ya está” decía con voz satisfecha y un suspiro lleno de sabiduría. Nunca supe que pretendía sumar, ni para qué, pero para él aquel juego de números era una gran hazaña y cuando se colocaba las gafas lo hacía con gesto intelectual y orgulloso. Los números, los números “que número tan bonito” decía de vez en cuando. ¿Un número puede ser bonito? Me preguntaba yo. Y delante del televisor cada tarde ahí estaba mi abuelo, contemplando con ojos inmensos a Carmen Sevilla con su ovejita blanca y apuntando con su pluma en una cuartilla de papel las decenas, las centenas, las decenas de millar… Pero la lotería nunca más le tocó y cada tarde decía que el número era muy bonito y que esta vez le iba a tocar, pero nunca llegó aquello que tanto buscaba con ansia.

Le gustaba la poesía, a su manera, la poesía que él conoció. Me enseñó todas las coplas que su abuelo le enseñó a él cuando era niño. Hablaban de jacas, de palomas blancas, de mujeres hermosas, del campo, del cielo, del amor, de las golondrinas…Yo me las sabía todas y cada vez que iba a su casa me miraba y sonriendo de oreja a oreja asentía con la cabeza y me decía: “Venga dime las que recuerdes, que después te enseño otra” Siempre había otra, las coplas nunca tenían fin y yo iba a casa de mis abuelos deseosa de que me contara más.

Mi abuelo, que decir de él, la sencillez y lo mundano fueron su seña de identidad. No era un hombre muy inteligente, no era un hombre muy sabio, no tenía grandes ambiciones, pero amaba a mi abuela y a sus hijas y me recitaba poesía con una sonrisa tan grande que la sabiduría se moría de envidia.

domingo, 15 de enero de 2012

A Babel

Contigo un día cualquiera no es un día cualquiera. Comienza un lunes muy temprano con un café, tu sonrisa y mi mal humor matutino. Pero como tú sonríes el mal humor enseguida se esfuma y un sentimiento de bienestar con su sonrisa acuden a mis labios.

Luego atravesamos el centro de Málaga en el coche con música o sin ella, hablando o en silencio, que más da, atravesamos Málaga juntas rumbo a la Universidad.

Y luego clases, y más clases, biblioteca y cafés. Así un día tras otro teñido de rutina, eternamente gris. Pero entonces aparece tu sonrisa, tu carcajada espontánea y tu humor que desafían a la rutina, ganándole la partida. Porque cuando te veo a lo lejos esperándome para volver a casa un día cualquiera sonrío por dentro y pienso en la suerte de haberte conocido, en la suerte de que seas mi mejor amiga =)

La falta

En mi laberíntica mente femenina

con interrogaciones que flotan por doquier,

ansío lo intangible, al que me niega

y escapo del que me quiere querer...

miércoles, 11 de enero de 2012

Punto finaL (.)

Aunque tu sonrisa pueril duerma

para siempre en mi corazón;


Aunque tu beso febril sofoque

mis sueños eternamente;


Aunque tu gruesa voz resuene

en mis oídos sin cesar;


Y tan solo de tus ojos mis versos

quieran hablar;


Éste pobre poema te dice adiós.

Demasiados versos tristes

suspiran por tu calor.


Te digo adiós para siempre,

se despiden de ti mis versos,

aunque mi corazón se halle

enredado en tu recuerdo…

lunes, 9 de enero de 2012

Ausencia...

Calle Larios, tan ancha, tan vibrante. Inundada de comercios, de personas que van de un lado a otro, a saber a dónde, a saber para qué.

Calle Larios, bajo el azul del cielo, un azul que despliega todo su ser sin tapujos, sin nubes entrometidas en su camino. Tan llena de mimos, con sus narices de goma, sus globos y su quietud serena. Tan llena de notas en su bullicio. Notas que se escabullen de un torpe acordeón, de una desgarrada voz o de un quejumbroso violín que lanza su sentido lamento a la tarde.

Calle Larios, inundada de todo, inundada de nada. Ya el camino aquél escondido entre mis pasos se evaporó un día por un capricho del cielo, y mis pies no saben sino titubear.

Calle Larios, tan ancha, tan vibrante e inundada de personas que van de un lado a otro, a saber a dónde, a saber para qué…

Contradicción

Dime que siempre me has querido,

dime que siempre pensarás en mí,

que mi voz a tu corazón se ha adherido

y tus labios desean de los míos el carmín.


Nunca te amaré



Dime que nunca me querrías,

dime que apenas te intereso,

que ni siquiera anhelas un beso,

y ni loco por mí suspirarías.


Por ti suspiraré



Sonríeme hoy con dulzura,

mañana mírame con desdén,

bésame esta noche con locura

y márchate poco después.


A donde vayas te seguiré



Bésame, márchate, bésame,

embriágame de desinterés.

Los besos que nunca quieras darme…

Son los únicos que siempre querré.

domingo, 1 de enero de 2012

Volver

He visto atardeceres en el mar Mediterráneo que harían palpitar hasta el corazón más insulso. En la Costa del Sol el imponente de fuego se esconde plácidamente, sin prisas, bajo el mar, allá en el horizonte mientras las olas danzan acariciándome los pies. Parecen susurrarme que estoy en casa, en mi mar, en mi playa, en el hogar al que siempre puedo volver, junto al sol con el que siempre puedo conversar, al igual que mi pueblo de casas blancas e iglesias por doquier, con sus campanas que me cuentan la hora que es o que me confiesan tristes que alguien ya no está o que locas y eufóricas celebran que es un gran día o me transportan a la niñez… En fin, mi rincón en el sur, aquél que con su acento andaluz me dice quien soy, de donde vengo y a donde puedo regresar de vez en cuando para recordarlo.