Viejo, la mirada cansada,
con torpes y lentos movimientos.
Tus ojillos se posan en la nada,
Tu lomo se mueve con tormento.
Pasean las gentes frente a ti mirando
el escaparate que te cobija,
pero a ti nadie te mira,
contigo nadie se regocija.
Gordo, sucio y desamparado
pareces sonreír cuando me miras,
pareces pedirme con cuidado
que te regale humildes caricias.
Y siempre en la misma puerta
de la tienda del barrio aquél,
deseando una caricia cenicienta,
allí te mantienes fiel.
Yo con dulzura a ti me acerco,
tu con ternura me miras también.
Te acaricio y la dicha te envuelve por dentro;
tan solo una caricia, ya ves...
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