miércoles, 16 de noviembre de 2011

Málaga


Paseaba yo hace un ratito por el centro de la ciudad. El cielo era azul como de costumbre. Málaga apenas se entristece, pocas veces una nube frívola se atreve a teñir de blanco el inmenso y poderoso cielo azul. Caminaba y caminaba arropada por un cielo sin complejos y por el calor del invierno de Málaga que no quiere olvidarse del verano.

En Málaga siempre hace calor, apenas una ráfaga de viento se atreve a circundar las calles.

En Málaga se escuchan canciones de pobres titiriteros que alzan sus sombreros de sueños perdidos, pidiendo unas míseras monedas. En calle Granada un hombre vende almendras caseras, una mujer promete repartir miles de euros si le compras un cupón y unos extranjeros sonríen sin cesar y con sus fotografías inmortalizan las calles malagueñas. Sigo caminando y unos hombres cuentan chistes en unas mesas, bajo el aroma irresistible de un café. No paran de reír, parecen felices. Un hombre lleva a su hijo de la mano, el chiquillo le cuenta a su padre emocionado que ha ganado en el colegio un partido de fútbol y su padre orgulloso le mira y le sonríe.

Un mimo vestido con periódicos lee irónicamente el periódico, quieto muy quieto, apenas un movimiento de ojos puede percibirse, es como si no quisiera que su vida siguiera su curso habitual y la congelara un ratito al menos.

Un hombre maduro me mira a lo lejos, es atractivo, tiene el pelo cano, ojos claros y camina con elegancia, vestido con traje y corbata. Yo, que no puedo remediarlo, le miro fijamente y de repente…¡ZÁS! Me dedica una sonrisa apenas perceptible…me sigue unos segundos con la mirada hasta que el descaro llega demasiado lejos. Entonces sigue su camino, yo el mío y hemos compartido un ávido sueño, apenas instantáneo que se evapora tan rápido como llega, pero que es una magia a la que ni el mejor prestidigitador puede aspirar. Tal vez unos segundos antes pensaba en su mujer, en su trabajo o en el dinero, y yo fantaseaba como siempre con ser poeta, me sentía feliz y soñadora, ambiciosa y perspicaz. Y de repente todos esos sentimientos quedaron a un lado de la calle, a un lado de nuestras miradas, y en un segundo pude imaginar muchas cosas, tantas o más que aquel hombre, que con sus ojos claros me miró ésta mañana.

Cada cual con su vida, cada cual con sus pensamientos, sus sueños, sus tristezas, sus amores, sus desamores, sus desengaños, sus metas…cada cual pasea, o toma un café, o sonríe, o parece triste, o me mira, o vende almendras…¡Cuantas vidas diferentes! Ojalá quisieran contármela todos.

Y así es una mañana cualquiera paseando por mi Málaga querida, toda una aventura llena de miles de personas que pasean como yo, bajo el inmenso cielo azul que no se deja engañar por las nubes.

1 comentario:

  1. muy cierto, nos cruzamos con tantas vidas a lo largo del día.. y cada una con un entrelazado puzzle de experiencias de las cuales nos queda solamente una mirada.

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