martes, 25 de octubre de 2011

El país del trebol

Tenía 19 años y volví a mi querida Irlanda. Ésta vez viví en Cork, en un barrio algo a las afueras llamado Ballybolane. Vivía con un chico japonés con el que reí como una chiquilla y un chico italiano, de una dulzura y nobleza infinitas, con los que pasé un verano inolvidable en compañía de una divertida y feliz familia irlandesa: Jim y Ursula O´Sullivan. Jim era motero, tenía una Harley que brillaba en el sótano de la casa como el mayor de los tesoros. A veces me llamaba: "hey María, would you like to see my baby?” Entonces iba yo al sótano, y él miraba orgulloso su Harley, la acariciaba, sonreía y me hablaba de su club de motos. Yo escuchaba atenta y sonriente. Él me hablaba de sus viajes en su amada moto, me enseñaba sus tatuajes y el significado de cada uno de ellos, y después íbamos a la cocina a tomar el té en compañía de sus irresistibles chistes. Ursula era una ama de casa feliz que pasaba las tardes pintando cuadros. Su casa estaba llena de sus modestas obras que a ella le apasionaba crear. Eran paisajes llenos de colorido; había montañas, valles, cascadas y ríos, mares y cielos anaranjados.Yo le decía lo preciosos que me parecían y ella me sonreía tímida y humilde, dándome las gracias. Recuerdo con cariño al pequeño Westie que tenían, se llamaba Mack. Cada tarde me sentaba en el jardín de los O´Sullivan a fumar mi habitual cigarrillo mientras el bueno de Mack me miraba con expresión alegre y atenta. Yo le hablaba y él tornaba su cabecita mientras erguía las orejas, como si estuviera escuchando.



En mi última semana llegó una compañera de habitación: se llamaba Inka y era alemana. Me enseñó algo de alemán y yo a ella algo de español. Inka tenía 19 años y había visto el mundo entero…Cada noche antes de dormir me hablaba de las ciudades que había visto, de las personas que había conocido…Y yo escuchaba emocionada sus aventuras hasta que el sueño cerraba nuestros ojos.
Aquel verano pasé largas noches en Marlboro Street, en un pub cuyo nombre no recuerdo. Era el típico pub irlandés donde cada noche se bailaba la danza irlandesa, se bebían litros de Guiness y un grupo local llamado Arundó tocaba sus canciones.

Con todas esas personas me crucé. Quisieron regalarme un trocito de sus vidas; me regalaron sus sueños, sus inquietudes, sus canciones, su cerveza...me regalaron sus risas, su acento irlandés, su volante a la derecha...me regalaron otra forma de vivir, otra forma de hablar y otra forma de sentir...me dieron vida, y nunca, por más que los años pasen, podré olvidarles.

2 comentarios:

  1. Que rica eres en experiencias, viajes y gente diferente! será por eso que te has enriquecido tanto :)

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  2. Por eso y por conocer a personas como tú, que he tenido la suerte de encontrarlas muy cerquita :)

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